Aproximadamente, el 57% de los nuevos casos de cáncer y el 47% de las muertes ocurren en personas de 69 años o más, según investigaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Las personas con cáncer en la tercera edad suelen vivir la enfermedad de manera diferente de cómo lo hacen las más jóvenes; para ellas el diagnóstico puede presentar un desafío mayor debido tanto a las dificultades habituales del padecimiento, como también, a las condiciones naturales del envejecimiento y, por consecuente, a la sensación de dependencia o de ser una carga hacia la familia.
A pesar de que los avances tecnológicos han aumentado considerablemente las probabilidades de cura en personas de este grupo etario, y han permitido una mejor calidad de vida en la fase posterior a la enfermedad, el diagnóstico de cáncer tiende a generar en el paciente sentimientos de miedo, tristeza y negación.
Antes estas variables nos preguntamos entonces ¿juega el entorno familiar un papel fundamental durante la enfermerdad? ¿Puede el “sistema” familiar con el que cuente la persona adulta mayor incidir en la manera en la que afronta su enfermedad?
Lo que señalan los expertos
Hinzey, Gaudier-Diaz, Lustberg y DeVries (2016) destacan que el sistema familiar puede ayudar a las personas a resistir los efectos psicológicos adversos de la severa tensión causada por la enfermedad y también, potenciar una mejor recuperación física y mental gracias al aumento de la autoestima y a la sensación de acompañamiento.
Una de las grandes ventajas que presentan las relaciones familiares estrechas es la posibilidad de crear un sentido nuevo y diferente frente a la amenaza de la enfermedad, es decir, replantear y reorganizar prioridades en cuanto al que será a partir del diagnóstico: el nuevo funcionamiento de la unidad familiar.
De manera inversa, cuando tal apoyo familiar no está disponible, existen altas posibilidades de que la situación del paciente se deteriore.
Este deterioro puede responder no solo a la ausencia de un soporte emocional constante que disminuya la angustia e incertidumbre, sino también a la falta de apoyo “logístico” o “instrumental” que permita una correcta recuperación, como por ejemplo, el acompañamiento en las citas médicas, la adaptación de espacios físicos a la nueva realidad del paciente, la toma de medicamentos o incluso hasta una correcta nutrición.
La familia del paciente no es solo un agente externo que acompaña, más bien, es necesario que se comprenda como un ente activo que participa de la experiencia.
"El cáncer es considerado entonces una enfermedad familiar que no solo se asocia porque pueda existir un factor hereditario, sino también por la implicación simbólica que representa la familia" (Palacios, 2015).
El apoyo emocional: un infaltable
El afecto, la empatía y la creación de espacios de confianza con el paciente le ayudarán a afrontar situaciones desfavorables.
Un apoyo emocional respetuoso incluye, por supuesto, desarrollar un adecuado proceso de comunicación. Para lograrlo es importante tener presente ciertos aspectos como:
Buscar el espacio y momento adecuado para conversar sobre temas importantes o sensibles, al mismo tiempo que se respeta si el paciente decide no crear conversación.
Destacamos que, si bien se deben respetar los espacios “de silencio”, se debe procurar no caer en el aislamiento, ya que este puede interrumpir el vínculo y el acompañamiento continuo de las emociones.
Respetar los sentimientos del paciente y de las personas que integran el núcleo familiar, evitando el sarcasmo, reclamos o críticas negativas. Las tensiones entre los miembros de la familia llegarán, sin embargo, no deben ser una carga para la persona adulta mayor que enfrenta la enfermedad.
Crear espacios de confianza y seguridad para que los pacientes nos indiquen qué podemos hacer por y para ellos, ya que sus necesidades pueden cambiar a menudo. No siempre es fácil expresar sentimientos, miedos y preocupaciones de frente, por tal motivo se pueden utilizar otras estrategias para que se manifieste un proceso comunicativo, como el uso de una carta, por citar una acción.
Deseamos recordarles que un sistema familiar amoroso, respetuoso y activo no significa que el paciente no llegue a requerir de una atención psicológica durante y post tratamiento.
No debemos olvidar al apoyo instrumental
La contención que realiza la familia hacia los pacientes con cáncer en edades adultas no solo radica en el respaldo emocional y empático que ya hemos conversado, sino también en la colaboración con las tareas cotidianas y las que serán, ahora, tareas propias de su condición de salud.
El envejecimiento origina naturalmente cambios físicos y en la capacidad de reacción de las personas, lo que puede provocar algunas limitaciones, y si esto le sumamos los efectos de la enfermedad, es razonable que su desempeño cotidiano disminuya.
Es por esto, que cuidar y acompañar a los adultos mayores se vuelve trascendental. Ayuda con medicaciones, compañía en las visitas médicas, administración de horarios, traslados y todos aquellos elementos que colaboren con una respuesta positiva del paciente hacia el tratamiento y hacia su enfermedad, forman parte del apoyo instrumental que debe enfrentar la familia.
Entre las recomendaciones de las fundaciones dedicadas a la contención de pacientes con cáncer, se encuentra que la o las personas de la familia que se ocupen de acompañar los tratamientos sean las mismas desde el comienzo, ya que cumplen un rol fundamental en el equipo de atención de salud.
Muchas veces ese familiar es el interlocutor con el médico de cabecera, ya que advierte cambios que inciden en el tratamiento.
Para los médicos, los familiares a cargo del paciente son considerados “proveedores informales de atención”, ya que proporcionan tareas de apoyo para los pacientes que constituyen pilares fundamentales, porque atienden los aspectos físicos, psicológicos, espirituales y emocionales.
El núcleo familiar desempeña un papel de cuidadores primarios, pero también son el enlace de unión entre el paciente y los médicos al igual que para todo el personal asiste, ncial del paciente, enlace que debe sostenerse de manera receptiva.
Errores más comunes
La médica psiquiatra del Hospital Italiano, Daniela Habsuda, explica en el portal Pacientes en Red que uno de los errores durante el acompañamiento es adelantarse a ayudar al paciente sin que este lo solicite.
Es necesario recordar que si bien el apoyo familiar es trascendental en el proceso oncológico, debe ser respetuoso y buscando un equilibrio entre la cooperación y mejora de la calidad de vida y, la confirmación de las capacidades del paciente, sin invalidarle.
La experta menciona que “las familias deben estar al lado, ni adelante ni detrás”.
Otro error muy común, según la psiquiatra es, como ella misma lo describe, “empujar y presionar de manera constante al paciente a que haga cosas que antes del tratamiento o de la enfermedad solían apasionarle”.
El cáncer conlleva una modificación del curso natural de la vida del individuo, en sus actividades diarias, por lo que es normal que su ritmo varíe y sus prioridades cambien.
La mirada de la familia respecto del cáncer y su discurso no debe ser ni demasiado negativa ni demasiado optimista -al punto de perder contacto con la realidad-, pues ambos traerán repercusiones en el proceso de tratamiento y curación.
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